Comentario
Por los años 468-458 causan sensación en Atenas los decorados de una tragedia estrenada por Esquilo, cuyo autor era Agatarco de Samos. La representación en una tela de espacio y ambientes tridimensionales fue una efemérides tan llamativa, que avivó una larga polémica sobre artificios destinados a crear profundidad, en la que participaron incluso geómetras y filósofos, como Demócrito y Anaxágoras. Los diversos comentarios y, sobre todo, la teoría de Agatarco sobre la perspectiva fascinaron a los entendidos y como además de teórico Agatarco era buen pintor, mejoró considerablemente el género que llamamos paisaje, que tanto éxito obtuvo en época posterior. La relación con el espacio, la proximidad o lejanía de las figuras representadas en el cuadro se conciben en función de elementos y efectos interpuestos, así como el tamaño es determinado en función de la distancia. Esta es en síntesis la lección dada por Agatarco, cuyo carácter revolucionario demuestra esta curiosa anécdota: Convencido e interesado Mikón en los descubrimientos de Agatarco, se dejó influir por ellos en su Batalla de Maratón y representó a los persas en primer plano, y por tanto, a mayor tamaño que los griegos que venían tras ellos desde el fondo. Cuando el público acudió a contemplar el cuadro, la sorpresa e indignación fueron tales que hubo demandas contra el pintor por haber empequeñecido a los vencedores. Una de esas reacciones de incomprensión e ignorancia enmascarada tras ideales patrióticos exacerbados.